VIRNA Y ERNESTO / CINE

MILITANDO CON Y CONTRA EL CINE
MAYO DEL 68' POR SI MISMO
Por Celeste Araujo
Publicado en Blogs&Docs


“Hablar, incluso cuando hablamos de nosotros mismos, implica siempre ocupar el lugar de otro en cuyo nombre se pretende hablar y a quien se priva el derecho de hablar.”
Gilles Deleuze


“¿Cómo sería posible hablar sin dar órdenes, sin pretender representar nada ni a nadie, cómo dar la palabra a quienes carecen del derecho a ella, cómo devolver a los sonidos un valor de lucha contra el poder?”(1) . Estas preguntas que se plantea Deleuze a propósito de Seis por dos, la serie televisiva de Jean Luc Godard, nos remiten a un problema que es central en Mayo del 68: la indignidad de hablar por otros o en nombre de otros. Siendo un movimiento que rechaza ‘el hablar por otros’ a todos los niveles, político, social y cultural, ¿cómo puede expresarse este movimiento?, ¿cómo son sus prácticas cinematográficas? Estas preguntas, así como las de Deleuze, las podríamos retomar a propósito del cine en torno al Mayo del 68 y de la muestra titulada Con y contra el cine, comisariada por David Cortés y Amador Fernández-Savater, que tuvo lugar el pasado mes de mayo en el Instituto Francés de Barcelona. Las respuestas, aunque transitorias, nos las darían algunas de esas películas que fueron proyectadas en este ciclo.

Excluyendo películas de ficción, como por ejemplo las muy citadas La Chinoise (1967) de Jean Luc Godard, Les Amants Réguliers (2004) de Philippe Garrel o Soñadores (2004) deBernardo Bertolucci, la muestra Con y contra el cine se centra en la no ficción hecha entre el periodo inmediatamente anterior y posterior al Mayo, películas muchas de ellas colectivas y anónimas. Todo esto con el propósito de hacer que el movimiento del 68 hable por sí mismo, sin intermediarios, y para hacerlo hablar en su radicalidad. Frente a una memoria institucionalizada que intenta despolitizar el movimiento, reduciéndolo a una expresión generacional y cultural que coloca en el centro a los estudiantes de París, Con y contra el cine intenta reivindicar “la memoria como un espacio de lucha” y dar la palabra a todos los que fueron protagonistas del 68: no sólo los estudiantes, sino fundamentalmente los obreros y campesinos de todo el país. Es esta la historia del Mayo del 68 que se esboza en este conjunto de proyecciones y para contarla nada mejor que verla proyectada. Ver, por ejemplo, las películas À bientôt, j’ espere (1967) de Chris Marker y Mario Marret, que documenta la huelga de los obreros de la fábrica textil Rhodiaceta en Besançon, seguido de La Charnière (1968) delGrupo Medvedkin, registro sonoro de la discusión entre cineastas y obreros tras el estreno en la fábrica de la película anterior, y Clase de Lutte (1968) del Grupo Medvedkin, filme que surge como respuesta a la disconformidad de los obreros con algunos aspectos À bientôt, j’ espere. Ver cómo estas películas proyectan, unas con otras, la historia de la toma de palabra de los obreros.

“El cine no es una magia, es una técnica y una ciencia, una técnica nacida de una ciencia puesta al servicio de una voluntad, la voluntad que tienen los trabajadores de liberarse”

Classe de lutte (1968), Grupo Medvedkin.

La situación del 68 estaba marcada por una extrema politización y consecuente búsqueda de espacios de acción: comités, ocupación de fábricas, toma de la calle, autoorganización… La politización afectó a todos los ámbitos, incluido el cine, donde las prácticas cinematográficas evidencian más que otras los problemas de Mayo. Esa evidencia no pasa sólo por el contenido político, sino necesariamente por una reinvención de la forma. Estos filmes nacen de un análisis concreto de una situación concreta, son expresión de un compromiso con la historia y, a la vez, de un análisis materialista/marxista de los problemas de la imagen y del sonido.
El cine es un vehículo que posibilita la autoconciencia de la masa de su propio signo, ya que a través de él existe la posibilidad de representar la colectividad. Por eso muchas veces ha estado al servicio político, como pudo ser en la antigua URSS con Sergei Eisenstein o en la Alemania hitleriana con Leni Riefenstahl. La posibilidad y deseo de representación de lo político en el cine del 68 nació de problematizar la misma representación así como la demanda de didactismo y el realismo corrientemente asociados al cine militante y/o político. Hubo un imperativo histórico y no abstracto en el uso del cine como técnica, de tal forma que se lo intenta desvincular de la barbarie. Al considerarse el cine como técnica o herramienta, se han tenido en cuenta las reglas y contextos de las formas, ya que estas no son espontáneas, tienen una historia y un valor de uso. Solamente con esa consciencia se pudo cuestionar el cine como elemento ideológico de representación y “hacer no sólo películas políticas, sino hacerlas políticamente”, como expresaría el Grupo Dziga Vertov, compuesto por Godard,Jean Pierre Gorin, Armand Marco, entre otros.

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(1) Deleuze, Gilles, Conversaciones, Pre-textos, Valencia, 1999, pp.67-68.

De esta manera en el Mayo del 68 se milita con el cine, a través del cual se activa una lucha política, y contra en cine, cuestionando el planteamiento tradicional del medio. Se pone en tela de juicio la figura aristocrática de autor: esto se hace visible en la desaparición de su nombre en los títulos de crédito y en la voluntad de algunos cineastas, como Resnais,Marker, Ivens o Godard, de hacer películas anónimas o colectivas. Se crean de los Grupos Medvedkin, Arc o Dziga Vertov, colectivos compuestos por cineastas y obreros para la realización de cine. Con el trabajo colectivo se deshacen las jerarquías cinematográficas entre técnico, montador y director, algo paralelo a lo que ocurre en las jerarquías sociales entre los obreros, estudiantes e intelectuales. Algunos de estos filmes intentan instaurar nuevos modos de relación entre filme y espectador, rompen su lugar pasivo hasta el punto de borrar los límites entre el espectador y el autor, como ocurre cuando un grupo de obreros realiza películas sin la mediación de un cineasta, para tomar la palabra directamente o cuando un filme mudo busca desarrollar la palabra en la proyección, como en el caso de Cinétracts de 1968 (2).

Muchas de estas películas se proyectaban en las fábricas ocupadas, como es el caso del estreno À bientôt, j’ espere en la fábrica textil Rhodiaceta. Un hecho que cuestiona las formas tradicionales de difusión y, a la vez, reivindica la necesidad de otros medios de distribución como los planteados por los Estados Generales del Cine. Aunque haya un intento de escapar al imperativo económico de elaboración y difusión de la industria cinematográfica, se rueda muchas veces con película del monopolio Kodak y eso se muestra y enuncia, por ejemplo, en los títulos de crédito de Films-tractés, elaborados por Godard .

El cine del 68 cuestiona las formas, modelos y narrativas cinematográficas a través del uso discrepante del sonido e imagen, como ocurre en Soulévement de la Jeunesse en Mai 68 (1968) de Maurice Lemaître y en Un film comme les autres (1968) de J. L. Godard y el Grupo Dziga Vertov, donde a la conversación entre obreros y estudiantes en las mediaciones de la fábrica Renault de Flins se sobreponen escenas de Mayo filmadas por Arc y textos revolucionarios, creando así una complejidad de discursos. El filme de Lemaître articula también elementos discordantes, montaje de noticiarios de la época, fragmentos de Un perro andaluz, imágenes en blanco y negro, otras en color, unas en positivo y otras en negativo, y alterna voces de los políticos con textos de Isidore Isou, para crear un filme a la vez estético y político.

Se intenta romper el esquema clásico narrativo de acumulación y desarrollo a través del uso del montaje. Por ejemplo, el conjunto de Cinétracts presenta una variación continua del mismo tema, a través de un montaje que yuxtapone y fragmenta los elementos del tema. Ligado a este trabajo de montaje, está también un trabajo de contraposición de la imagen con intertítulos o palabras insertadas, donde la palabra desmantela el valor de evidencia de la imagen. Ésto se había hecho ya en la película colectiva Loin du Vietnam (1967).
La indagación sobre las formas cinematográficas se hace también a través del uso de imágenes ajenas, de archivo o rodadas por otros y sometidas a un ejercicio de crítica. Procedimiento usado tanto en las películas señaladas de Lemaître y Godard/GDV, como en La societé du spectacle (1973) de Guy Debord. En esta, las imágenes de los media – publicidad, noticias, películas comerciales o el cómic – son confrontadas con la tesis de la homónima obra teórica de Debord y se presentan en tanto que imágenes que ocupan una zona indescifrable entre lo verdadero y lo falso.

De esta forma el cine del Mayo del 68 milita no sólo porque documenta la opresión o lucha social, sino porque cuestiona su factura, realización y distribución. Pero más importante que la factura, a este cine le es absolutamente necesaria la proyección, ya que es allí donde se desarrolla verdaderamente, al establecerse la igualdad entre el espectador y el ‘autor’ en el debate.
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(2) Un “cinétract” es una película muda de pocos minutos, rodada en 16mm, en blanco y negro y montada directamente en cámara a partir de documentos, imágenes y carteles que remiten a Mayo. Hay como que una afirmación de pobreza del medio a través del uso de las formas mínimas disponibles. Cada “cinétract” presenta una variación de un mismo tema, es una especie de panfleto que apela a la acción, realizado por personas del ámbito de la imagen, fotógrafos, cineastas, montadores, técnicos…

“La primera cámara de la historia del cine enfocó una fábrica, pero (…) la fábrica nunca atrajo al cine, más bien le produjo rechazo. Las películas sobre el trabajo o sobre los obreros no llegaron a ser un género importante, y el espacio frente a la fábrica quedó relegado a un lugar secundario. La mayoría de las películas narrativas transcurren después del trabajo (…). Cuando se trata de una huelga, de ocupar una fábrica o de un paro patronal, el lugar situado delante de la fábrica constituye el límite entre la esfera protegida de la producción y el espacio público; es el sitio ideal para transformar la lucha económica en lucha política. Los trabajadores en lucha pasan por los portones de la fábrica y las otras clases sociales se les unen”.

Harun Farocki, “Trabajadores saliendo de la fábrica”

Aunque generalmente el cine haya olvidado la fábrica y los obreros, esto no ocurrió siempre. El cineasta ruso Alexander Medvedkin usaba el cine como técnica para la lucha política, en su cine el trabajo obrero toma la palabra. Para ello construyo un cine-tren con un estudio de montaje y proyección y recorrió Rusia para filmar por ejemplo las minas, los koljos, los talleres metalúrgicos o las nuevas construcciones. “Nuestro cameraman empuñaba su cámara como una ametralladora, venía a la empresa casi todos los días y filmaba todo lo que pasaba” (3), otras veces se daban a los obreros películas vírgenes y medios para hacer ellos mismos filmes. Las películas se dirigían a los obreros y los jefes y cada filme era como una bomba de intervención activa. Se reunían todos los trabajadores y se proyectaban los filmes mudos y sin música, lo que generaba grandes discusiones – la verdadera banda sonora del filme.

Este método de cine directo y combativo es retomado en Francia por el Grupo Medvedkin, por Chris Marker y otros, por el Grupo Arc, Dziga Vertov, entre otros, en las fábricas Peugeot, Renault, Wonder, Rhodiaceta… En sus filmes nos muestran los repetitivos ritmos de trabajo en las cadenas de producción, el ritmo de las jornadas intensivas, casi sin pausas. Cómo se han desarrollado las huelgas, muchas con represión brutal. Exponen el debate entre obreros y estudiantes a las puertas de las fábricas, el retorno al trabajo exigido tanto por la entidad patronal como por los representantes sindicales. En ellos, además de las jerarquías patronales, se muestra las desigualdades de género. Las mujeres eran las que muchas veces ocupaban los lugares más duros en la cadena de producción, los trabajos más repetitivos y sucios y peor pagados. Por eso en La reprise du travail aux usines Wonder (1968) una mujer grita que no quiere “volver a esa cárcel”, ni aceptar el ritmo de la cadena de montaje de pilas, donde, debido a un polvo usado en la fabricación, las mujeres terminaban la jornada negras como los mineros.

Esta película de diez minutos rodada por dos estudiantes de cine es un ejemplo del encuentro del cine con el mundo obrero, por el hecho de que los obreros estén en el exterior en un momento de indecisión de retomar o no el trabajo, después de unas semanas de huelga. En la calle están los obreros, estudiantes, representantes patronales y sindicales, donde la lucha económica se convierte en política. La película termina con la entrada de los obreros en la fábrica, no hay imágenes de su interior, del espacio de producción. En 1995 Hervé Le Roux retoma (término que además da titulo al filme, “Reprise”) el pequeño documental para intentar localizar esa mujer que grita a la entrada de las fábricas Wonder. Encuentra a algunos de los estaban en la calle, dirigentes sindicales, un estudiante maoísta, algunos obreros que trabajaban entonces en la fabrica de pilas. De alguna forma el filme de Leroux retoma esa lucha y discusión interrumpida con la entrada forzada en la fábrica y la necesidad de que el cine vuelva a poder hablar sobre esa lucha.

El cine del 68 (4) nace así de una necesidad de hacer cine con personas que no son cineastas, de hacer un discurso cinematográfico a personas que hasta entonces estaban excluidas del medio, no como un concepto abstracto sino como un grupo social marginado de los procesos culturales. Pero este cine no es para el obrero sino del obrero, no sólo como objeto, sino también como sujeto de la creación. Esta perspectiva histórica coexiste con una investigación formal que lleva el cine hasta sus límites.

(3) Medvedkin, A., “El Tren cinematográfico”, en “textos y manifiestos del cine”, Catedra, p. 130.
(4) Claro que la historia del Mayo del 68 no se hace solamente en ese periodo, la muestra apunta a algunos elementos anteriores, como la lucha contra a guerra del Vietnam, y elementos posteriores con “Reprise”.

Por Celeste Araujo
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