VIRNA Y ERNESTO / CINE

LO QUE ME GUSTA DEL CINE DOCUMENTAL
Por Nicolas Philibert


Lo que me gusta del cine documental es la libertad que tiene uno de buscar la película mientras la hace, de inventarla en el proceso. Cuando empiezo una película, a menudo me digo que cuanto menos sepa sobre el tema, mejor. Eso quiere decir simplemente que no hago mis películas a partir de una suma de conocimientos previos, sino a partir de las ganas de comprender, de la necesidad de salir en busca de algo que no conozco. Mis proyectos se elaboran, pues, de forma más bien intuitiva, desde la relación con aquél o aquéllos a los que filmo, y no a partir del punto de vista del que sabe. ¿De qué habla? ¿Sobre qué trata exactamente? A veces no sé nada, y quizá sea mejor así. Cuando estaba rodando « La Moindre des choses » ( Lo de menos ) en la clínica psiquiátrica de La Borde, me habría costado bastante decir cuál era el tema de la película. De hecho, a día de hoy aún no lo sé; y no tiene la menor importancia. Más que un filme “sobre” La Borde, es “gracias” a La Borde.

Todo el mundo sabe que no hay temas “buenos y/o malos”, y que la calidad de una película no es proporcional a la importancia o idoneidad de la causa que defienda.

Se puede hacer una película formidable sobre el más banal de los temas. Lo que cuenta es la mirada, la forma. Como decía Godard: “La forma es la que piensa”.

Una “gran” película es precisamente aquella en la que la película es más grande que el tema.

Porque el cine no es sociología, sino algo totalmente distinto: una relación con el tiempo, historias de ritmo, voz en off, segundos planos, un juego permanente entre lo que se muestra y lo que no, personajes que mantienen cierta profundidad, una parte de misterio, cosas que escapan a toda explicación. De hecho, que haya zonas de sombra, elipsis, una parte invisible y audaces elecciones formales, es lo que hace que el espectador pueda empezar a pensar, que nuestra imaginación despliegue sus alas. Cuando todo es llano, visible, transparente, sin asperezas ni contratiempos, no hay historia, no hay pensamiento.

Por Nicolas Philibert