VIRNA
Y ERNESTO / CINE
EL PUNTO
DE VISTA DOCUMENTAL
por
Jean Vigo
Artículo de 1930 aproximadamente.
Que nadie piense que hoy vamos
a descubrir América. Lo digo para aclarar inmediatamente la exacta
significación de esas palabras que les han dado escritas sobre
un pedazo de papel, como promesa de algunas más.
No se trata hoy por hoy de descubrir el cine social, como tampoco de sofocarlo
en una fórmula, sino de esforzarse en despertar en vosotros la
necesidad latente de ver más a menudo buenos films (y que nuestros
artífices de films me perdonen este pleonasmo) que traten de la
sociedad y de sus relaciones con los individuos y con las cosas.
Ya que, sin ninguna duda, el cine adolece más de un vicio de pensamiento
que de una total ausencia de pensamiento.
En el cine, tratamos a nuestro intelecto con el mismo refinamiento que
los chinos suelen reservar normalmente para sus pies.
Con el pretexto de que el cine acaba de nacer, estamos jugando al niño
pequeño, como ese papá que “chochea” para que
su angelito le pueda entender mejor.
Sin embargo, un tomavistas no es una bomba de aire que haga el vacío.
Dirigirse hacia el cine social, significaría decidirse a explotar
una mina de temas que la actualidad iría renovando incesantemente
Significaría liberarse de los dos pares de labios que necesitan
3.000 metros para unirse y casi otros tantos para separarse.
Significaría evitar la sutileza excesivamente de artista de un
cine puro y la supervisión de un super-ombligo visto desde un ángulo,
luego desde otro ángulo, desde otro más todavía,
desde un super-ángulo; la técnica por la técnica.
Significaría prescindir de saber si el cine tiene que ser a priori
mudo, sonoro como un cántaro hueco, hablando al 100 por 100 como
nuestros rehabilitados de guerra, en relieve, en color, en olor, en etc.
Ya que, poniéndonos en otro terreno, ¿acaso obligaríamos
a un escritor a decirnos si para escribir su última novela utilizó
la pluma de oca o la estilográfica?
Realmente son artículos de feria.
Por otra parte, el cine se rige por la ley de los feriantes.
Dirigirse hacia el cine social, significaría decidirse simplemente
a decir algo y a suscitar ecos diferentes de los eructos de todos esos
señores y señoras que van al cine a hacer la digestión.
De hacerlo así, tal vez nos ahorraríamos la magistral paliza
que nos administra en público Georges Duhamel.
Me hubiera gustado poder proyectarles hoy Un perro andaluz, que, a pesar
de ser un drama interior desarrollado en forma de poema, no deja de presentar,
en mi opinión, todas las características de un film con
un tema de tipo social.
Luis Buñuel no ha querido, y eso explica que vaya a proyectarles
A propos de Nice y a presentarla yo mismo.
Lo siento, porque Un perro andaluz es una obra capital desde todos los
puntos de vista: firmeza de la puesta en escena, habilidad de la iluminación,
ciencia perfecta de las asociaciones visuales e ideológicas, sólida
lógica del sueño, admirable confrontación entre el
subconsciente y lo racional.
Sobre todo lo siento porque, desde el punto de vista del tema social,
Un perro andaluz es un film preciso y valiente.
De paso, me voy a permitir señalarles que se trata de un tipo de
films bastante raro.
Sólo he visto a Buñuel una vez y no más de diez minutos.
No tuve nada que ver con el guión de Un perro andaluz. 0 sea, que
voy a hablarles con toda libertad. Por supuesto, lo que voy a decir sólo
me implica a mí. Tal vez llegue a rozar la verdad, indudablemente
diré más de una tontería.
Para entender el significado del título de este film, no hay que
olvidar que Luis Buñuel es español.
Un perro andaluz aúlla, ¿quién ha muerto?
Nuestra apatía es sometida a una dura prueba, esa apatía
que nos hace aceptar todas las monstruosidades cometidas por los hombres
abandonados en la tierra, cuando no podemos soportar en la pantalla la
visión de un ojo de mujer seccionado en dos por una cuchilla de
afeitar. ¿Es este espectáculo más horrible que el
ofrecido por una nube volando sobre la luna llena?
Este es el prólogo: hay que confesar que no puede dejarnos indiferentes.
Nos asegura que, en este film, vamos a tener que ver con otros ojos que
los habituales, si se me permite esta expresión.
A lo largo de todo el film somos sacudidos por la misma fuerza.
Desde la primera imagen podemos ver, bajo el aspecto de un niño
crecido demasiado aprisa y que va por la calle, en bicicleta, sin sujetar
el manillar, con las manos sobre los muslos, unas esclavinas de tela blanca
un poco por todas partes y que le hacen corno de alas; podemos ver, digo,
nuestro candor rayano en la cobardía, enfrentado al mundo que hemos
aceptado (se tiene el mundo que se merece), este mundo de prejuicios sobrecargados
de renuncias a uno mismo y de nostalgias tristemente novelescas.
Buñuel es una fina lama que ignora la puñalada trapera.
Una estocada a las ceremonias macabras, a este último acicalamiento
de un ser, que ya no está y del que sólo el polvo pesa en
el hueco de la cama.
Una estocada a los que han mancillado el amor con la violación.
Una estocada al sadismo, del que la curiosidad es la forma más
encubierta.
Y tiremos un poco de los hilos de la moral, que nos pasamos por ese sitio.
Veamos a dónde nos llevan.
Un corcho, eso al menos es un argumento de peso.
Un sombrero hongo, pobre burguesía.
Dos hermanos de la Escuela Cristiana, ¿pobre Cristo?
Dos pianos de cola, abarrotados de carroñas y excrementos, pobre
sensiblería.
Por último el asno en primer plano, nos lo estábamos esperando.
Buñuel es terrible.
Vergüenza para los que mataron en la pubertad lo que habrían
podido ser y buscan a lo largo del bosque y de la playa, donde el mar
arroja nuestros recuerdos y nuestras nostalgias, hasta la disección
de lo que son cuando llega la primavera.
Cave canem… Cuidado con el perro, muerde.
Digo todo esto evitando un análisis demasiado seco, imagen por
imagen, que es algo imposible en un buen film, del que hay que respetar
la poesía salvaje, y con la única esperanza de suscitar
el deseo de ver o de volver a ver Un perro andaluz.
Dirigirse hacia un cine social, significa, pues, proveer al cine de un
tema que suscite interés, de un tema que coma carne.
* * *
Pero yo querría hablarles de un cine social más concreto,
y del que me hallo más próximo: del documental social, o
dicho con más exactitud, del punto de vista documentado.
En este terreno a investigar, afirmo que el tomavistas es rey o al menos
presidente de la República.
Ignoro si el resultado será una obra de arte, pero de lo que sí
estoy seguro es de que será cine. Cine, en ese sentido de que ningún
arte, ninguna ciencia, puede desempeñar su función.
El señor que hace documentales sociales es ese tipo suficientemente
flaco como para introducirse por el agujero de una cerradura rumana y
capaz de filmar al salir de la cama al príncipe Carol en camisón,
admitiendo que fuese un espectáculo digno de interés. El
señor que hace documental social es este buen hombre lo bastante
diminuto como para apostarse bajo la silla del croupier, gran dios del
Casino de Montecarlo, lo que, podéis creerme, no es nada fácil.
Este documental social se diferencia del documental sin más y de
los noticiarios semanales de actualidades por el punto de vista defendido
inequívocamente por el autor.
Este documental exige que se tome postura, porque pone los puntos sobre
las íes.
Si no implica a un artista, por lo menos implica a un hombre. Una cosa
vale la otra.
El tomavistas estará dirigido a lo que debe ser considerado como
un documento y que, a la hora del montaje, será interpretado como
tal documento.
Por supuesto, el juego consciente no puede permitirse. El personaje deberá
ser sorprendido por la cámara, de lo contrario hay que renunciar
al valor «documento» de este tipo de cine.
Y el fin último podrá darse por alcanzado si se consigue
revelar la razón oculta de un gesto, si se consigue extraer de
una persona banal y captada al azar su belleza interior o su caricatura,
si se consigue revelar el espíritu de una colectividad a partir
de una de sus manifestaciones puramente físicas.
Y esto con tal fuerza, que a partir de ahora la gente que antes pasaba
a nuestro lado con indiferencia, se ofrece a nosotros a pesar suyo y más
allá de las apariencias. Este documento social tiene que hacernos
abrir bien los ojos.
À propos de Nice es sólo un modesto borrador para un cine
de este tipo.
En este film, por mediación de una ciudad cuyas manifestaciones
son significativas, se asiste al proceso de unas ciertas gentes.
En efecto, apenas indicados la atmósfera de Niza y el espíritu
de la vida que allí se lleva -¡y en otras partes también,
por desgracia!-, el film tiende a la generalización de groseras
diversiones situadas bajo el signo de lo grotesco, de la carne y de la
muerte, y que son los últimos estertores de una sociedad abandonada
a sí misma hasta darles náuseas y hacerlos cómplices
de una solución revolucionaria.
Por
Jean Vigo
Artículo de 1930 aproximadamente.
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