VIRNA
Y ERNESTO / CINE
EL CINE DOCUMENTAL
MILITANTE Y EL ESTALLIDO POPULAR
Por
Pablo Russo
para Tierra en Trance
Cuándo el helicóptero con Fernando De la
Rua se alejaba de la casa rosada, quedaba en las calles una incipiente
unidad entre piquete y cacerola, surgían las asambleas populares
y tomas de fábricas, y se asomaban las cámaras de los cineastas
militantes, dispuestas a registrar la historia desde sus perspectivas
contra informativas. Humberto Ríos y Ernesto Ardito reflexionan
sobre aquellos años.
En los meses previos y posteriores al estallido popular de diciembre de
2001, junto a quien carga la bandera o el bombo, el compañero que
lleva la cámara se transformó en uno más dentro de
las movilizaciones populares. ¿Quiénes eran esos documentalistas
que aportaban sus herramientas visuales a la lucha? Humberto Ríos,
cineasta militante de la década del setenta que también
participó de las experiencias audiovisuales del nuevo milenio,
opina que “las jóvenes cámaras surgieron amparadas
por las nuevas tecnologías digitales y por una urgencia testimonial
imparable. Se tuvo una muy rica experiencia al fragor de los combates
casi diarios. Asambleas populares, juicios públicos como en el
caso de Brukman, tomas de fábricas cerradas, la posterior experiencia
de las fábricas recuperadas, marchas populares exigentes, actos
heroicos de militantes populares, etc, etc. Todo quedó atrapado
por las lentes de esas novedosas cámaras. Esas situaciones de rebeldía
civil convocó al surgimiento de grupos de cineastas documentalistas
(o que se transformaron en documentalistas) bajo diversos rótulos,
pero de todos modos con una finalidad primaria y urgente: dar cuenta de
lo que sucedía en el seno de la sociedad civil. No hubo debates
estéticos, no hubo debates retóricos. Hubo sí debates
sobre el papel de los cineastas en esos momentos, debates sobre el punto
de vista adecuado y sobre cómo organizarse para obtener un mejor
resultado.
Para Ernesto Ardito, otro director que hace diez años trabajó
en la creación de un noticiero obrero (Kino, nuestra lucha)y hoy
forma parte de RDI (Realizadores Documentales Integrales), “el impacto
del 2001 en el cine documental argentino tiene dos instancias: Por una
parte, la cobertura directa del 19 y 20 y de las manifestaciones o represiones
posteriores, como la del puente Pueyrredón. Y por otra parte la
relación que surge entre los documentalistas políticos y
los actores sociales que aparecen en la superficie tras el estallido,
como los piqueteros y los trabajadores de fábricas recuperadas.
De aquí nacerán otros documentales que indagarán
en forma mas humana y profunda sobre estos sujetos y sus conflictos. Corazón
de Fábrica, fue nuestra segunda película (junto a Virna
Molina). Para realizarla convivimos un año con la cámara
dentro de la fabrica Zanon. Esta película es hija directa de esta
contexto, de otra manera no hubiera existido”.
Pero estos cineastas no nacieron de un repollo: Desde principios de la
década del noventa, el cine militante[1], de larga y fructífera
tradición en la Argentina, resurgió en nuestro país
a la par de la agudización de los conflictos sociales en general,
y de la revalorización del género documental en particular.
No obstante, es al calor de la crisis del 2001 cuando adquieren mayor
visibilidad en la sociedad. Algunos de los grupos que surgieron en este
período, en el área de influencia de la Capital Federal
y el Gran Buenos Aires, son: Cine Insurgente (1999), Ojo Obrero (2001),Contraimagen
(1997), Alavío (1996), Venteveo Video (2001), Primero de Mayo (1998)
y Mascaró Cine Americano (2002). Hubo expresiones temporales que
rápidamente se disolvieron. Otros se constituyeron como espacios
de trabajo y de encuentro colectivo, como Argentina Arde (2001) y Kino
Nuestra Lucha (2002). Se formaron también otros colectivos en el
interior del país, como por ejemploOjo Izquierdo (1999), de la
provincia de Neuquén; Wayruro (1992), de Jujuy; y Santa Fe Documenta(2003),
de Santa Fe. La mayoría de sus materiales, que abrieron circuitos
de exhibición alternativas a la comercial, hoy se puede rastrear
en Internet, pero hace una década atrás la fórmula
para encontrarse con sus materiales era asistir a las proyecciones, fuesen
donde fuesen. Ardito señala que “Tras el 2001, por primera
vez desde 1976 hubo una vinculación directa entre los nuevos documentalistas
y el cine militante de los 70. El modo de producir y de distribuir era
el mismo. Se produjo un resurgimiento de los colectivos de cine y de la
revaporización de los espacios alternativos para militar y debatir
el contenido de los documentales. Había una demanda también
de la gente por ir a verlos, a donde sea, sentados incluso en tachos junto
a una línea de producción de una fabrica ocupada. Es que
el pueblo era protagonista de un proceso que no se veía reflejado
en los medios masivos y sí en este cine. Ahora los documentalistas
se pelean por estrenar en el Malba o en el Gaumont”. Ríos
señala continuidades y rupturas entre los años 70 y el 2001:
“La práctica del cineasta militante a cara descubierta del
año 2001, dista de las practicas de los cineastas militantes de
los años 60-70. No sólo por la obligada acción clandestina
de aquellos tiempos, sino también por la velocidad de ejecución,
digamos, industrial de estos tiempos modernos, lo cual modificaba también
el tipo de receptividad y debate ante los acontecimientos. Pero también
influyó el ejemplo de los cineastas desaparecidos o muertos por
la dictadura: Raymundo Gleyzer, Enrique Juárez, Jorge Cedrón,
Pablo Szir…”.
¿Cuál fue el devenir de esos documentalistas? ¿Qué
quedó de aquella experiencia? “Muchos jóvenes cineastas
que tomaron las cámaras en esos días luego siguieron con
otros proyectos diferentes de vida, continuaron trabajando los partidos
políticos y otras agrupaciones político-culturales independientes,
pero ya más aislados”, reflexiona Ardito, aunque rescata
que “se generó un documento de coyuntura histórica,
dimensionado emocionalmente por la posición militante que marcó
un hito en el cine documental argentino, sólo comparado con la
cobertura del Cordobazo por las cámaras del cine político”.
Ríos mantiene una postura más optimista: “De los restos
de esa experiencia colectiva surgieron nuevas agrupaciones reunidas alrededor
de una práctica política. Muchos jóvenes se sumaron
a la práctica del documentalismo. Lo estamos viendo hoy a juzgar
por la cantidad asombrosa de postulantes en los concursos organizados
por el INCAA en las nuevas vías de apoyo al documental, la aparición
de la señal Encuentro, la ampliación de los horas dedicadas
al documental argentino en Cana 7, y las que se abrirán con la
nueva Ley de Medios en varias pantallas del país. La puesta en
marcha de los “Encuentros de Documentalistas Latinoamericanos y
del Caribe.Siglo XXI” que es una idea surgida por la experiencia
argentina y que abarca ahora a todo el continente. En fin, toda una gama
de acciones en las que los jóvenes cineastas del 2001 están
siempre presentes”. Las esquirlas del estallido sacudieron también
a los documentalistas, que pusieron el cuerpo para dar testimonio de aquellas
luchas.
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[1] Consideremos al cine militante como aquel que hace explícitos
sus objetivos de contrainformación, búsqueda de cambio social
y toma de conciencia, al elaborar, a través de sus películas,
un discurso crítico de distintos aspectos de la realidad
Por
Pablo Russo
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