VIRNA Y ERNESTO / CINE

RESEÑA DE LA REVISTA CAHIERS DU CINEMA SOBRE CORAZON DE FABRICA


por Nicolas Azalbert, publicado en Cahiers du Cinema, Francia, 2008.
( Original en francés. Traducción al español del autor)



UNA CIERTA TENDENCIA DEL CINE ARGENTINO

Asistimos desde hace cinco años en Argentina a una recomposición de la clase media; la que se vino abajo en 2001. La convivencia forzosa de los menos ricos y de los más pobres dió lugar, ya se recuerde, a un estupendo impulso de solidaridad, a través, entre otras cosas, de la institución de numerosas asambleas populares. Con un crecimiento del PBI de 6% por año, una subida de creaciones de empleos y de los sueldos dentro del sector liberal para compensar la inflación, la sociedad argentina se estructura otra vez y de manera progresiva en tres clases sociales bien distintas, dando otra vez un apreciable nivel de vida a algunos pero hundiendo a los demás, parece de manera definitiva, en lo mas grande de la precarización. Al igual que esa clase media recompuesta, el cine argentino también se recompone, ha acogido un apoyo considerable del Estado, una perennidad de productoras locales y apoyos extranjeros cada año más importantes (Fondo Hubert Bals, Fonds Sur, programa Ibermedia). Esa nueva facilidad no va sin contrapartidas fastidiosas tal como lo demostró el largo panorama del cine argentino que propuso el 10º Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici): un cine más decente y luego más perezoso, un cine más clasificado y luego menos generoso, un cine más consciente de su propio valor y luego más presumido. A lo largo de los años, la constitución de un “nosotros” dejó su lugar a la reivindicación de un “yo”. No es casual que la gran mayoría de las películas presentadas este año giró alrrededor de la figura del aislamiento, de la separación, del encerramiento.

Por suerte a esas películas se añaden tres más que no solamente supieron captar el carácter peligroso de esa tendencia actual sino también, se proponen romperlo, inventando nuevos espacios de circulación.

Una semana solos, la segunda película de Celina Murga(después de Ana y los otros), sobre el modo aparentemente menor de la crónica, usa como campo de observación uno de esos barrios residenciales privados, verdaderos campos atrincherados de la aristocracia, sometidos a una permanente vigilancia armada. Los cuáles se desarrollaron a los alrrededores de las capitales de América del Sur. Es en uno de estos lugares de encerramiento voluntario, en los cuales el lujo y la tranquilidad no pueden existir mas que sustraídos a la mirada del afuera, en donde una banda de niños se encuentra abandonada por la culpa de los padres quienes se fueron una semana de vacaciones: paseos en bicicleta en el parque, tardes al borde de la pileta, noches delante del televisor o videojuegos. Viviendo en una burbuja, estos niños no saben que hacer y el aburrimiento que les agarra de vez en cuando o las pequeñas preocupaciones domésticas que encuentran, no están juzgadas, sino solo dadas a ver. La llegada del hermano de la mucama va a perturbar su cotidiano y así la convivencia forzosa empieza por indiferencia y luego por apartamento hostil (con esa crueldad de los niños que anticipa el racismo de los adultos), la experiencia del vivir-juntos llegara por batir en brecha la ignorancia, como así también los prejuicios y el miedo del otro que hasta entonces no habían encontrado respuesta sino en la seguridad total.

Corazón de Fábrica, la segunda película de Ernesto Ardito y Virna Molina (después de Raymundo), obra también de manera saludable dentro de un registro o tema ampliamente cubierto antes de ella: el documental sobre la autogestión de fábricas recuperadas por sus obreros después de la quiebra y la huida de los patrones. La costumbre consistía hasta ahora en filmar, con un asombro beatífico, la experiencia como un hecho dado, surgida de la nada y debiendo durar eternamente: “¡Miren, es estupendo, eso funciona!”

Pero la militancia de Virna Molina y Ernesto Ardito no cae en ningún momento en la euforia ni tampoco en la autosatisfacción. Se trata de buscar entender como funciona un proceso de liberación, de donde viene, adonde va, cuales son las dificultades que encuentra. El corazón de la fábrica de cerámica Zanón en la provincia de Neuquén, adonde se fueron a filmar no es la máquina ( con esa idea preconcebida: autogestión=maquina que anda sola) sino los obreros que luchan día por día para que ella funcione. La pelicula vincula a su vez a estos obreros con los habitantes de la ciudad, quienes se movilizan con y por ellos para defender su fuente de trabajo. Y en segundo termino con los argentinos quienes durante la historia del país, se opusieron al sistema capitalista. Por eso, la forma concéntrica de la película y la evocación de la semana trágica de 1919, de la crisis de 2001, de la tragedia del boliche Cromañon en 2004, del asesinato del profesor Carlos Fuentealba en 2007.

Al seguir las huellas de las palabras del poeta Juan L. Ortiz (1896-1978) en la provincia fluvial de Paraná, La orilla que se abisma, la segunda película de Gustavo Fontán (después de El árbol) aspira, solamente por el cine, a ir mas allá del cine. Tal como las descripciones geográficas y climáticas del poeta argentino que tienden a la metafísica. Tal como las correspondencias e Baudelaire, Gustavo Fontán encuentra, sin recurrir a la palabra ni a la música, las equivalencias poéticas en la musicalidad y la pictorialidad del cine mismo. Al igual que al acercarse a un detalle de un cuadro la yuxtaposición de pinceladas hace aparecer otra cosa que el sujeto, macro planos sobre hojas o troncos de árboles seguidos de lentos cambios de foco producen el pasaje de un hiperrealismo a la abstracción mas grande. La pantalla se transforma en una materia motora, cambiante como las aguas del río. Los fundidos entre secuencias que tratan sobre el tema del agua, del aire, de la tierra vinculan, tal como las frases de una sonata que desaparecen y aparecen otra vez, la combinación que le gustaba a Ortiz de lo fluido y de lo invariante. El hombre no está más en el centro del universo, no esta más que una presencia entre otras. Cerca del final de la película, aparecen en sobreimpresión imágenes de archivo del poeta. El hombre, su obra, el mundo que le rodea y su recuerdo se juntan.

por Nicolas Azalbert